Hace ya unos cuantos años, nos remontamos a noviembre de 1984, se editó en Arjona una especie de librillo «Boletín de Noticias Urgavo», el número uno. Transcribiré textualmente lo recogido con este título en sus páginas 17 y 18, ya que no tienen desperdicio y hay que leerlo «de cabo a rabo», es decir, todo. Enriquecerá notablemente nuestra percepción sobre la sorna y el humor existente en el pasado ¡y cómo las tiraban!…

«Junto a la crónica grande de los pueblos, la de su historia y sus tradiciones, siempre ha corrido paralela otra cachonda, a veces repleta de humor y sorna, pero a veces mezquina, soez y rencorosa. Arjona, hito importante en la historia y en el folklore, se ha prestado al vejamen de los burladores con cierta facilidad, debido, sin duda, al peso enorme y a la calidad de antecedentes y debido al notable número de escritores satíricos y mordaces nacidos en su seno, sobre todo en el siglo pasado (por el XIX).

Los textos que reunimos aquí rondan un tema único: Arjona, es decir, la ciudad, su historia, sus gentes, sus rutinas, sus juicios, su gastronomía, etcétera, pero todo ello observado desde el ángulo de la procacidad o, al menos, de la insolencia. Las imágenes literarias, las exageraciones, los eufemismos intencionadamente torpes hacen que esta visión de Arjona, y en ello radica su peculiaridad sea picante, desvergonzada y, a la vez, candorosa truculenta y divertida.

Impudicia no exenta de machismo o de énfasis para la patria chica, de orgullo local. También, quién lo duda, es una visión saturada por la melancolía campesina, que se identifica en el parangón sexo-cosas, en insistente cotejo de calidades, de proporciones, de razonamientos. Son los hechos, las causas, hasta los objetos, examinados y explicados a través de la cadencia erótica, debido, quizá, a la enjundia y al crédito poderoso que tienen los símbolos sexuales. O, acaso, a la energía expresiva de las palabras «innobles» ya que en los pueblos estos vocablos, apenas erosionados, conservan un insólito valor inicial. Los textos, por otro lado, no han nacido directamente del vulgo, salvo en pocos casos, y ello se advierte de inmediato, pero han sido construidos con los materiales queridos por él. Muchos versos descubren un origen docto, incluso erudito (son como lecciones de Historia), pero han surgido para consumo del pueblo, para su utilización plebeya, seguramente en una utópica manipulación folklórica. Lo cierto es que muy pocos de los textos reunidos aquí llegaron al pueblo, al menos no echaron raíces en la memoria popular, no fueron retenidos, asimilados y pulidos por la sabiduría anónima. Algunos, sin embargo, aunque no incógnitos (bastantes se publicaron o circularon sin firma), sí participan de cierta naturaleza vulgar, de simiente anónima o de tradición oscura.

Bien, pasamos ya a la antología. Ofrecemos primero el texto y seguidamente la nota en la que procuraremos dar el autor, si fuera conocido, o la procedencia, o, al menos, quién nos lo ha comunicado. Cuando tengamos la fecha, se indicará, así como una explicación o glosa de lo contenido en los epigramas o en las coplillas.

SOBRE LA CIUDAD

1 Posible es que no he de verte

y he de ausentarme y dejarte

ya te quedas, ¡trance fuerte!

Arjona la del mal arte,

ya me despido, ¡qué suerte!

El autor de este texto fue don Zeferino Zepol, natural de Andújar, quizá el único escritor rencoroso de todos los que hemos manejado hasta ahora. Zepol, López leído al revés, fórmula que tenían los antiguos autores de «papeles amarillos» para disimular su nombre, escribió numerosos pliegos de cordel, algunos de los cuales se hicieron famosos en la zona por los «¡ay de mí!». El señor Zepol, que vivió en el siglo pasado (por el XIX), debió tener algún traspiés con los arjoneros, según se echa de ver en los versos.

2 Ayer a Arjona volví

tras cien años ausente

y, como entonces, la ví,

caray, de cuerpo presente

Texto de Bonoso Acebes Canales recogido por el señor Siera, de Córdoba. Bonoso Acebes, o doctor Acebes, era hijo de Arjona y cursó estudios en Granada, donde se licenció en Derecho. De 1873 a enero del 74 fue alcalde de Arjona un Bonoso Acebes Canales, pero éste no es nuestro autor, ya que los versos del doctor Acebes están fechados entre 1823 y 1827 y el título de abogado lo obruvo en Granada a Comienzos del XIX.

3 Arjona, famosa Arjona,

no vales una corona.

Anónimo remitido por R. Moreno y hallado entre papeles del impresor Alonso, granadino (1840), con una serie de pareados sobre distintos lugares. El texto no alude a que Arjona perdiera el reino fundado por Alhamar, suponemos, sino a que su precio no alcanza al de la moneda de oro de tiempos de los RR. CC. y que equivalía a 11 reales de plata, lo que hace suponer la antigüedad del exabrupto. Los dos versos son la negación de aquellos otros, también clásicos, que decían: «O, cuna Nazarí, / vales un potosí!»

4 Dos cosas tienen en Arjona

que no tienen en Escañuela:

los caballitos de Mayorga

y la borrica de Requena.

Texto muy reciente que nos proporciona M. M. V., de Granada. Ambas invenciones, el tiovivo de Mayorga y la burra de Requena, están presentes aún en el recuerdo de todos los Arjoneros.

SOBRE LOS ARJONEROS

5 Se largaron los romanos

y vinieron los alanos;

se fueron los visigodos

y aparecieron los moros;

cedieron los mahometanos

y llegaron los cristianos.

¿Cuándo vendrán los iberos?

Que ésos sí eran arjoneros.

Firmado por José González, arjonero que colaboró en revistas locales de Jaén y Córdoba. Como algunos de los versos aparecieron con un J. González, se ha sospechado que el verdadero autor fuera Juan González, el cronista oficial de la ciudad de Arjona, quien también publicó sus poemas en revistas como «La Alhambra» y «El Guadalquivir», esta última editada en Andújar. El tal José González escribía hacia 1880.

6 Lo que luce en el Tres de Oros

son cojones de los moros,

y lo que en Andújar brilla

son los cuernos de Castilla.

Recogido por M. M. V., de Granada. Énfasis patriótico de los arjoneros, a los que todavía llaman «moros blancos» en la comarca. Arjona, recuerdan, no fue conquistada por Fernando III, sino cedida por Alhamar. Desde el Tres de oros se domina toda la vega isturgitana.

7 Dicen que el arjonero es perro

porque Arjona está en un cerro.

Los de Porcuna son marranos

y tampoco está en los llanos.

Recogido por el señor Sierra, de Córdoba. Perro, por vago, es de curso legal en Arjona. Lo de llamar marranos a los de Porcuna debe ser porque el nombre de la ciudad proviene del monumento que dedicaron Cayo Cornelio Cesón (edil, sacerdote y duunviro del Municipio Ponteficiense) y su hijo a una marrana (porca / puerca) que parió treinta lechoncillos.

8 En culo de Porcuna,

todos a una.

En culo de Arjonilla,

en cuadrilla.

En culo de Arjona,

varejona.

Recogido por el señor Rodríguez, de Sevilla. Los versos 3 y 4 nos recuerdan el dicho popular «Como los tontos de Arjonilla, en pandilla». Nuevo énfasis arjonero. El «culo de Arjona» necesita sólo una y de tamaño varejón.

9 El cura de Arjonilla

tiene una sobrinilla.

El abad de Lopera,

la Bartola y su nuera.

El mosén de Porcuna

sólo tiene a la mula.

¿Y el arcipreste de Arjona?

Las mocitas de la zona.

Firmado por Vicente Parras, que, según el señor Sierra, fue párroco de Arjonilla. La estructura es muy semejante a la del número 8 y muestra la misma jactancia, aunque en este caso machista y desde el campo eclasiástico. Desconocemos las fechas en que vivió Vicente Parras, parece, sin embargo, que fue arjonero.

F. ABRIL VÁZQUEZ